Lecciones de un árbol

"Suelta, y no temas dejar ir aquello que estuvo para ti o floreció en ti y que tras cumplir su propósito debe salir de tu vida.

Experiencias, bienes, males, personas, todo es transitorio.

Suelta, y no temas a un invierno sin hojas porque a todo árbol le llega su primavera y es pasar por ese invierno lo que lo hace aún más hermoso."

Salí a caminar, necesitaba urgentemente despegar mis ojos de la pantalla de la computadora. Caminar es de mis actividades favoritas, me sirve de distracción, de ejercicio, de meditación, de relajación, para despejar mi mente y también me da alegría hacerlo.

Éste día tuve una de esas caminatas en las que todo parece maravilloso. Los milagros de la naturaleza se presentan bellos y simples ante tus ojos y te vuelven apreciativo, agradecido, bendecido y respetuoso de la madre naturaleza.

Antes de la caminata las maravillas no estaban ahí aún. Mi mente estaba muy ocupada en preocupaciones, acumulaba sentimientos difíciles, me sentía nostálgica y triste. La vida es un cúmulo de contrastes, como dicen, no hay bien sin mal, no hay pena sin felicidad, no hay luz sin obscuridad, no un hay arriba sin un abajo.

Así como la vida mi día tuvo un poco de todo. Comenzó con nostalgia y miedo, por el pasado que desapareció y jamás volverá; por el futuro incierto y preocupante; por el presente que me tenía turbada entre el antes y el después además de las tareas diarias.

Al final de la jornada, llevé la mirada hacia la ventana y al fin noté que la tarde parecía cálida y linda. La caminata se me antojó tanto que solo bebí de un trago mi té frío que llevaba horas ahí servido e ignorado, tomé una chamarra y salí de inmediato. Mis pasos me fueron guiando hacia la calma y conforme caminaba, la relajación por fin me iba encontrando.

Cuando pasé frente al árbol de peras cubierto de hojas color de otoño, algo me detuvo a contemplarlo. Me quedé viéndolo por largo rato, descubriendo sus bellos colores ocre, las hojas aún en pie, las hojas caídas y su contraste del hermoso color otoño con el verde pasto que aún no sufría las heladas de invierno y mantenía su verde vida. Fue ese momento en el que la frase llegó a mi mente: "Suelta, y no temas dejar ir".

Así recibí la hermosa lección del árbol en otoño, que después de haber florecido y dado frutos, procesa paciente y sereno la pérdida de aquellas flores que embellecieron el panorama y fueron alimento de insectos polinizadores. Después, ofrecieron dulces y jugosos frutos que la gente y las aves disfrutaron bajo su sombra. Y ahora, en otoño y después de haber dado tanto, sigue bello, fuerte y reluciente con sus colores de otoño.

Si bien no sabemos que tan crudo vendrá el invierno, siempre es mejor tener la esperanza de una nueva primavera y mientras ello pasa, seguir viviendo cada día y cada momento con alegría por lo vivido, por lo que habrá de vivirse, pero más importante, por lo que sucede ahora mismo.

Con amor,

Ana

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